lunes, 21 de abril de 2014

La narrativa de los años 70 a nuestros días


LA NARRATIVA DE LOS AÑOS 70 A NUESTROS DÍAS

En los años 70 continúa escribiéndose novela experimental como en la década anterior. Novela, recordemos, de estructura en secuencias, con ruptura temporal y punto de vista múltiple; con la técnica del contrapunto; con monólogo interior y disgresiones; de lenguaje culto y sintaxis compleja. Pero a partir de 1975, con la muerte de Franco, la llegada de la democracia y el fin del aislamiento tradicional español, se abre un nuevo periodo para la narrativa. Ahora hay un auge de los grupos de comunicación de masas y una generalización de la cultura.
     Las novelas de esta época vuelven al relato tradicional y la historia interesante en sí misma, en que predomina un sentimiento de desencanto, una visión irónica y distante de los problemas colectivos en beneficio de temas más personales o íntimos como la soledad, las relaciones personales, la realización como individuo, el amor, el erotismo, la infancia; no se refleja la actualidad política pero sí hay una gran influencia de los medios de comunicación de masas y una vuelta al estilo realista, de frase corta más fácil de leer.
     Los autores más destacados de esta etapa pertenecen as distintas generaciones. Narradores de posguerra renovados (Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester etc) conviven con autores de los años 60 (Juan Marsé, Carmen Martín Gaite) y de los 70 (Juan Benet, Juan Goytisolo etc).
     En los años 80 y 90 surge un gran número de novelistas nuevos. No existe una tendencia dominante, Comparten el panorama literario novelas muy diferentes en estilo, temas y calidad. Destacan:
. La novela histórica de intención paródica (G. Torrente Ballester en Crónica del rey pasmado. 1989) o de recreación del pasado;No digas que fue un sueño (1986) de Terenci Moix; Miguel Delibes escribe sobre los protestantes del siglo XV en la que es su última novela, El hereje (1998); José Luis Sampedro, escribe sobre la guerra civil en Octubre, octubre  (1981) etc.
. La metanovela también llamada novela especular, que consiste en incluir la narración misma como centro de atención del relato y reflexionar sobre la creación novelística: Beatus ille (1986) de Antonio Muñoz Molina.
. La novela intimista vuelve a lo privado con el análisis psicológico de los personajes femeninos como los de Rosa Montero: Te trataré como a una reina (1983) o Soledad Puértolas; los sentimientos republicacnos: Manuel Rivas en El lápiz del carpintero (1998) etc.
. La novela lírica desarrolla el proceso de un individuo en formación, su acceso a la experiencia. Destacan Javier Marías: Todas las almas Corazón tan blanco; y Julio Llamazares.
. La novela neorrealista situada en un espacio conocido, la ciudad provinciana o la gran urbe. Aquí podemos incluir el grupo de escritores jóvenes conocidos a finales de los años 90 como Generación X, que se caracterizan por ofrecer una visión desencantada de la vida, con protagonistas muy jóvenes y presencia de la violencia (muchas veces injustificada, como un modo de darle salsa a la vida), con continuas referencias musicales y cinematográficas anglosajonas y jerga del mundo de la noche o las drogas. Los autores más conocidos son: Ray Loriga, Lucía Etxebarría y José Ángel Mañas (Historias del Kronen, 1994).
. La novela policiaca, casi siempre influida por la novela y el cine negro americano, Son las obras de Manuel Vázquez Montalbán y su detective Carvalho; Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, Beltenebros); Eduardo Mendoza y Arturo Pérez Reverte.
. La novela de crítica política refleja la desilusión de las décadas de los 80 y 90: Juan Madrid, Días contados (1993).
     En la primera década del siglo XXI siguen las tendencia anteriores; si acaso se observa un auge del cuento. Unos de los mejores cultivadores del relato es Alberto Méndez, que en los Girasoles ciegos (2004) engarza cuatro historias de posguerra. Los microrrelatos de Luis Mateo Díez, J. Mª Merino o Juan Pedro Aparicio también tienen mucho éxito. En los últimos años hay eclecticismo: se escriben memorias, autobiografías, libros de viaje, cuentos, relatos, microrrelatos y por supuesto, novela de todas las tendencias. Si acaso , una tendencia destaca sobre todas: la histórica tanto del pasado remoto como reciente.

La narrativa desde 1940 hasta los años 70

LA NARRATIVA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70 

Cada una de las décadas está marcada por una tendencia dominante, producto de las circunstancias histórico-políticas y socio-culturales del momento: en los años 40 destaca la novela existencial; en los 50, el realismo social y en los 60 la novela experimental o estructural.


     
     En los años 40 la novela española tuvo que cargar con las consecuencias de la Guerra Civil (1936-1939), que alteró la vida cultural española. Se produjo el exilio de muchos novelistas, como Ramón J. Sender, Pérez de Ayala o Rosa Chacel. Además del exilio físico, se produjo un exilio interior, porque España permaneció aislada de la cultura occidental. Este exilio interior se produjo por varias causas: rigor y arbitrariedad de la censura (fueron prohibidas novelas como La familia de Pascual Duarte, de Cela); la prohibición de las novelas de los grandes renovadores de la novela contemporánea (Proust, Joyce, Kafka y Faulker); proliferación de una literatura nacionalista, glorificadora del régimen y favorecida desde el poder; la crítica parcial y mediatizada por quienes carecían de preparación para ello; y la manipulación durante estos años de la concesión de premios literarios (aunque también se entregaron premios importantes que descubrieron a espléndidos novelistas, como el premio Nadal que se concedió a la novela Nada de Carmen Laforet).


     En estos años existe la necesidad de encontrar una nueva estética, diferente a la de la novelística anterior a la Guerra Civil. En la novela de los años 40 podemos distinguir tres vertientes: la novela de los vencedores, el neorrealismo y la novela existencial. Nos centraremos en esta última.


     En la novela existencial se describe la realidad destacando el malestar y la angustia vital de la sociedad, la soledad, el desarraigo y el desconcierto ocasionados por la Guerra Civil. Entre las novelas destacan Nada (1945), de Carmen Laforet, considerada un claro precedente del neorrealismo de los años 50, y La sombra del ciprés es alargada (1948), de Miguel Delibes. En ocasiones, esta novela muestra la violencia a la que se puede llegar como consecuencia de la opresión del medio social: es el caso del desgraciado protagonista de La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, denominada novela tremendista, por la sucesión de hechos brutales y truculentos que aparecen en ella. 


     En la novela existencial los temas predominantes son la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte... Los personajes son seres marginados, violentos u oprimidos (criminales, prostitutas etc) a veces con taras físicas o psíquicas, que viven desorientados. Los espacios son limitados, estrechos, cerrados (una celda, un hospital, una habitación etc) y se observa una preferencia por la primera persona y el monólogo (el personaje cuenta su pasado).

     Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria trae cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades, la difícil insercuión de estas personas en los suburbios urbanos. Al  mismo tiempo los jóvenes empiezan a manifestar actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos.

     Para muchos, La colmena (1951) de Cela  es un precedente de la novela social. En ella, con más o menos realismo, trescientos personajes, la mayoría de clase media empobrecida por la guerra, nos muestran la dureza de la vida española el el Madrid de la inmediata posguerra.

     Se observan dos grandes tendencias: Neorrealismo y Realismo social.
     El neorrealismo se centra en los problemas del hombre como ser individual (la soledad, la frustración...). Se refleja fielmente la realidad, conductas y diálogos de los personajes, sin mediar comentarios o interpretaciones del autor. Aunque la crítica social no se plantea de forma directa, suele ir implícita. Ejemplo de esta corriente son: El Jarama (1955) de Rafael Sánchez Ferlosio, crónica de un día de domingo de un grupo de jóvenes junto al río Jarama; Entre visillos de Carmen Martín Gaite; El fulgor y la sangre de Ignacio Aldecoa.

     En la novela social o realismo social, el novelista toma partido por una literatura comprometida para agitar las conciencias y denunciar las desigualdades e injusticias sociales. Su interés se centra en los colectivos más castigados: obreros, campesinos, mineros, habitantes de los suburbios o bien critica a la burguesía, poniendo de manifiesto su amoralidad y su inmovilismo. Como ejemplo Los bravos (1954) de Jesús Fernández Santos.
    
     En el exilio destacan Requiem por un campesino español de Ramón J. Sénder(1953) , Arturo Barea con la trilogía La forja de un rebelde y Max Aub con temática de la Guerra civil española.

     Los años 60 son los del desarrollo económico, el crecimiento del turismo y el cambio de mentalidad. Aumenta la emigración y la oposición al régimen franquista.

     En literatura se produce un desgaste de la novela social. Ahora interesa más la renovación (lingüística y formal) aunque no se pierda la intención crítica.

    Con el descubrimiento de la novela hispanoamericana (La ciudad y los perrosRayuelaCien años de soledad) y la influencia de los grandes renovadores de la novela universal (Proust, Joyce, Kafka, Faulkner), y a partir de la publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de Martín Santos, se generaliza la novela experimental, que se caracteriza por: es una novela abierta; ruptura de la linealidad temporal en el relato (técnicas como el flash-back, analepsis, prolepsis); supresión de los signos de puntuación;  perspectiva múltiple (monólogos, estilo indirecto libre, se alterna el punto de vista objetivo con la primera y segunda persona), desaparición casi total del argumento, utilización del contrapunto (se suceden fragmentos de acciones distintas ocurridas en diversos tiempos o espacios), presencia de personajes con problemas de identidad, renovación del lenguaje literario, etc.
Dos novelas son consideradas los modelos de las nuevas tendencias: La ya mencionada Tiempo de silencio  y Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo. 

     
      Otros títulos son: Volverás a Región (1967), de Juan Benet; Cinco horas con Mario (1966) y Los santos inocentes (1971), ambas de Miguel Delibes; San Camilo 1936 (1969), de Cela; Últimas tardes con Teresa (1967), de Juan Marsé;